***Edito esta entrada, para informar que esta obra fue adquirida como regalo durante la pandemia (dio tiempo a llevarla a un almacén antes de continuar con las exposiciones), y sin haber llegado a estar en venta oficialmente nunca, lo que podríamos catalogar como una obra que estaba predestinada para una única persona, y su comprador, A.C, actuó como el mejor mediador posible para llevar a cabo este encuentro.

Se acerca el día 25 de noviembre: el Día Contra la Violencia de Género. Es solo una fecha recordatorio más, como tantas que se nos van sumando al calendario con el paso de los años: ya sean para celebrar o denunciar un hecho. Aun así, para este día en concreto yo siempre procuro aportar mi grano de arena por medio de mis pinturas: exponiéndolas, explicándolas y posteriormente donándolas a la causa, porque creo que hay muchas mujeres que todavía están a tiempo de rehacer su vida, de ser felices.

No obstante, estos son hechos puntuales, anuales, aislados. Como quien prepara una gran cena para Nochevieja y el día 3 de enero, cuando ya no quedan ni las sobras, empieza a pensar en la siguiente fecha marcada. Qué pasa el día 26 de noviembre? Que ya no hay actos reivindicativos y muchas de las mujeres maltratadas dejan de ver la luz que se las quiso mostrar el día anterior regresando a su infierno. Otras tantas recuperan un pequeño aliento de fuerza para luchar, y espero que muchas de ellas lo consigan.

Pero el Día Contra la Violencia de Género es algo relativamente nuevo que debería desaparecer y no por ocultación como ha ocurrido hasta hace poco, si no por falta de casos. ¿Cómo hacerlo? Empezando de cero.

Jamás podremos reconfigurar la cabeza de un maltratador, pero podemos educar a las generaciones venideras para en lo posible evitar que lo sean. Si una mujer tiene la desgracia de caer en manos de uno, tal vez no pueda escapar de sus primeros insultos, humillaciones y golpes, pero también podemos prepararla para que sepa reconocer y rechazar la situación. Para que escape y denuncie. Para que no lo tolere, no lo perdone, no lo permita y lo condene públicamente. Para que los maltratadores sepan que están acorralados y van a ser castigados. Y lo sean: señalados, castigados y apartados.

Pero es muy difícil si no tomamos medidas desde el principio, si no educamos en igualdad y seguimos imponiendo un modelo de «normalidad» a nuestros hijos que dado el número de separaciones que hay hoy en día, cada vez es más difícil cumplir. A lo mejor es hora de cambiar el chip.

Como ya sabéis, este año seleccionaron una de mis obras para el II Concurso Contra la Violencia de Género de Navalcarnero ( https://oliviacaballero.com/todavia-puede-haber-un-manana-seleccionada-ii-concurso-de-pintura-contra-la-violencia-de-genero-de-navalcarnero/)

Este otro trabajo ha sido terminado en dos ocasiones para presentarlo al mismo concurso en primer lugar, y para una exposición itinerante que organizará el Círculo de Pintores Solidarios en colaboración con la Cruz Roja, pero yo creo que quedará así: oscuro y amargo: como la vida de todas aquellas mujeres que se dejaron engañar en busca de un cuento de hadas que no existe o en todo caso, cuya realidad después del beso del final no es la esperada ni la deseada. Donde queda expuesto el dolor y la dependencia a una figura.

"Falsas Teorías del Amor" (y otros atajos hacia la destrucción)
«Falsas Teorías del Amor» (y otros atajos hacia la destrucción)

«Falsas teorías del amor» (y otros atajos hacia la destrucción)  Técnica Mixta sobre lienzo de 100x81cm

Existe una tendencia real que ha ido pasando de generación en generación que consiste en educar a las mujeres para que crezcan creyendo en la necesidad de vivir en pareja como meta de vida para poder tener hijos posteriormente y vivir dentro de la «normalidad» social. Durante años, las mujeres hemos tratado de encontrar ese «Príncipe Azul» salvador entre la multitud de un bar, en una reunión de amigos e incluso en el trabajo. Es como buscar una aguja en un pajar, pero no cejamos en nuestro empeño. Poco a poco bajamos el listón y tratamos de adaptar y/o atrapar al «elegido», al que hemos sometido a un intensivo estudio previo para ver si podía llegar a encajar en nuestros planes de futuro. Hemos proyectado en él nuestras necesidades marcadas, nuestros objetivos «sociales»: físicos, económicos, reproductivos, etc…Nos autoconvencemos de que eso es el «amor verdadero» de los cuentos de hadas que nos llevan vendiendo desde niñas, cuando en realidad es simplemente un aprobado raspado en un examen tipo test en el cual hemos ido adaptando nosotras mismas las preguntas para que todo encajase.

Deshojamos tantas margaritas buscando un «SI» que no nos damos cuenta de lo que empequeñecemos cada vez que nos tratamos de autoconvencer de que las flores, nuestro entorno y nuestro subconsciente se equivocan cuando te muestran el «NO», pero tenemos un objetivo que no podemos abandonar porque pensamos que vivir de otra forma sería un fracaso. Vivimos en mundos paralelos: el del color, la luz de la esperanza que aportan las flores con cada breve opción de obtener un «si», una muestra de cariño, una señal forzada de amor. Ignoramos los tonos que se ocultan bajo la putrefacción de las flores que hemos mutilado en nuestro empeño, así como también tratamos de no ver, tapar o restar importancia al engaño, la humillación, el maltrato y en el mejor de los casos, solo la ignorancia y el amor no correspondido. Ese «amor» se convierte en un doloroso tatuaje, una cicatriz que no sana y se convierte en nuestro «amo» apoderándose de nuestra vida de nuestro color, de la alegría. Y no podremos ser felices hasta que no seamos conscientes de que somos lo único que necesitamos, que no dependemos de nadie, hasta que dejemos de vivir en blanco y negro…Hasta que dejemos que creer en «falsas teorías del amor», en busca de atajos hacia la destrucción.

Estoy segura que me he quedado a kilómetros de la cruda realidad de muchas mujeres que viven auténticos calvarios, y por ello pido disculpas. No he pretendido ser superficial, pero tampoco creo necesario ser más explícita con otro tipo de maltratos más «invasivos»

Aunque los golpes físicos tengan el poder de acabar con tu vida, los psicológicos son capaces de ir consumiéndola poco a poco como una lenta tortura y para esos sí que no hay cura. De ahí mi empeño y mi lucha por la prevención, por el trabajo educativo desde la más tierna infancia, por facilitar herramientas para la autodefensa. Si alguien no es capaz de herir tu autoestima,  no tendrá la puerta abierta a hacerlo con tu cuerpo.

Antes de que alguien se cuestione si esta obra es autobiográfica, la respuesta es NO. Esta obra es el resultado de un análisis de un caso hipotético de las diversas variantes de violencia de género a las que se puede ver sometida una mujer, vivencias pasadas que podrían guardar alguna similitud y ejecutada desde mi posición actual de persona totalmente afortunada y mi punto de vista personal carente de valor, como cuando un actor tiene que encarnar un papel que nada tiene que ver con su vida real.

Yo no aceptaría por pareja un maltratador, y espero estar educando bien a mis hijas para que tampoco lo hagan.

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