
En cuanto vi esta imagen del genuino Tyler Shields, me sentí muy identificada y supe que tenía que pintarla por y para mi; Enmarcarla y colgarla en un lugar donde siempre que la viese, recordase este punto de inflexión tal y como merece el momento.
Hace unos meses comencé a pintar otra versión de la historia de «El Maravilloso Mago de Oz» adaptada al presente, cuando todo parecía destruirse a nuestro alrededor. Conecto y desconecto de ese cuadro a la misma velocidad que cambian mis emociones.
Según he leído, el cuento es una alegoría directa de la lucha política y económica entre los partidarios del patrón oro y los del bimetalismo en Estados Unidos a fines del siglo XIX. La carretera de ladrillos amarillos es la falsa promesa del oro, pero… yo me quedo con éste otro análisis del simbolismo de la obra igual de válido y mucho más espiritual con el que me siento más identificada:
«El Maravilloso Mago de Oz» simboliza el ideal de que cada una de las partes de nuestra psique, mente (Espantapájaros), emociones (Leñador de hojalata) y físico (León), sea suficientemente sabia como para gobernar su propio plano y estar al servicio. Dorothy, como alma, ha comandado la expedición uniéndolos a todos. En su experiencia ha conseguido dominar los tres cuerpos y usarlos de un modo correcto.
En el cuento infantil, se presenta preciosa la alegoría en una parte de la historia, que nos hace entender que el mundo tal y como lo conocemos no es más que una ilusión perpetrada por magos que, mediante trucos de tres al cuarto y la imposición de gafas de colores, nos hacen tragar con una versión parcial e interesada. Magos que son poderosos pero que no pueden hacer mucho más que trucos de ventrílocuo, luminotecnia y ilusionismo. No es verdadera magia, es algo más cercano al condicionamiento.
¿No os sentís identificados?
Creo no ser la única que se siente desde hace meses como Dorothy: deseando volver a casa, a la antigua normalidad o lo que es lo mismo: a recuperar el control.
En todo este tiempo siempre he tenido la sensación de ser estafada y terriblemente condicionada. Nunca he pensado estar cerca de la vuelta a la normalidad. Por el contrario, me he sentido mucho más tentada a rendirme ante la situación y sencillamente aislarme debajo de una manta hasta que esto pase. Menos mal que tengo una familia que depende y tira de mi a partes iguales por la que ponerme unos zapatos de rubí y chocarlos entre si tantas veces como sea necesario hasta que consiga que todos volvamos al punto en el que nos encontrábamos.
Pero aunque el coronavirus haya marcado un antes y un después en nuestras vidas, no es lo único que puede hacer que se tambalee nuestra «normalidad».
En unos días tendré que tomarme una pausa temporal con la pintura por una pequeña intervención. Es algo sin importancia médica a priori, pero para mi, que uso la pintura como vía de escape va a ser una tortura. Cuando me rompí el codo izquierdo, en dos días estaba dibujando ayudándome de las rodillas para sacar punta. Ahora es la mano derecha y con herida por medio, va a resultar más complicado.
Como ya decía, no es nada serio, pero para mí ha sido el detonante para pensar: A tomar por culo! (tal cual) Así que así, tal y como representa la imagen, me dirigiría yo a mi descanso artístico obligado: con unas bragas cómodas y descalza por fin de unos zapatos mágicos que ya rozan los pies cada vez que los choco entre sí para volver a casa, pero que solo me devuelven a esta «nueva realidad» que espero que no sea el fin del camino.
Con éste cuadro me despido de momento. Espero volver pronto
PD. Tengo mucho material que no os he enseñado en estos días que he tratado de quitarme el mono a pintar antes de sentirlo. Ya os lo iré presentando.