Los medios de comunicación, después de lanzarnos cifras devastadoras y transmitirnos un desconocimiento y descontrol extremos acerca de una situación sin fecha de caducidad, nos mandan mensajes de ánimo y unión convertidos en grabaciones domésticas y publicidad. Reviven canciones que si hace años nos parecían tristes, ahora son un empujoncito al precipicio y nos hablan de lo positivo de esta cuarentena. Cuando se repite mucho un mensaje, deja de causar el mismo efecto, y llevamos tantos días escuchándolo…

Me encantaría decir que este dibujo rápido simboliza un canto a la esperanza por la libertad perdida blablablá…pero no. Cuando encontré casualmente la imagen a color original cuyo autor y significado inicial desconozco, pensé: vamos a terminar todos tan locos como ésta. Y me sentí identificada.

Cuando nos decretaron las dos primeras semanas de estado de alarma lo tomé como una especie de bonus de tiempo para hacer cosas que no haría en un día a día habitual de los de «antes de»: ofreces tiempo de calidad a los tuyos, rematas tareas pendientes en casa, te pones al día en aspectos que tenías relegados e incluso piensas que 15 días pueden venirte perfectos para ponerte a dieta y salir incluso mejor. Tratas de mantener tu disciplina habitual en cuanto a horarios, vestimenta, alimentación, etc…y asumes las pérdidas como autónomo de esos 15 días como si te hubieses ido de vacaciones y tu negocio hubiese quedado en pausa. Pero pasan esas dos semanas y amplían otras dos. Tienes en tu casa todo bajo control, has hecho todo tipo de manualidades con tus hijas, has visto los últimos estrenos y a empiezas a tirar de películas tipo «Cariño he encogido a los niños» o «Eduardo Manostijeras». Hace días que no te pones ropa incómoda para estar por casa porque «total…». Ya no te alisas el pelo porque «total…». Los sujetadores con aro llevan días en el cajón porque «total…» Mi hija pequeña quiere una mascota a cualquier precio: un gato callejero o una paloma, porque son las especies que se han apropiado de las calles y que hacen parada en el jardín. He probado a regalarle caracoles, saltamontes y un par de lagartijas, pero no consigo que cambie de opinión y encima se ha enfadado porque le dan entre miedo y asco. Definitivamente elegiría una paloma como opción, pero solo por ofrecerle la oportunidad de sostener el peso de un ave en sus manitas, tocar sus plumas y notar la respiración de su frágil cuerpo así como el pulso de su corazón acelerado. Sentir la caricia del movimiento del aire generado por el movimiento de sus alas al devolverle la libertad. Creo que sentir en sus manos la fragilidad de una vida, el miedo, y la búsqueda de libertad haría que mirase su entorno de otro modo. Lástima que muchos de los que ahora dependemos no lo hayan hecho…Pero para todo esto, una mujer con mirada perdida, despeinada, sin sujetador, con una faja adelgazante comprada online hace un mes que debería haber hecho efecto hace tres semanas, y una serie de miserias más que no son necesarias detallar, tiene que salir al jardín, enfrentarse al miedo que ahora se viste de verde y coger una paloma sin causarla sufrimiento… seguro que hay algún tutorial en YouTube para esto.

El día que lo consiga, me asomaré de esta guisa a la terraza a las 19:59 y gritaré «Estoy hasta el …..»(sí: lo que imagináis), haré una reverencia cuando comiencen los aplausos y en cuanto terminen, soltaré la paloma mientras suena la canción de Camilo Sexto «Ya no puedo más!». Al igual que con mi anterior dibujo, este dibujo y su historia también formarán parte de una reunión familiar dentro de muchos años. Espero.

Y esto resume mi estado mental actual…No quiero ni pensar cómo será el de personas que tienen una situación mucho más complicada que la mía. Riámonos aunque sea de nosotros mismos. Salud y suerte para todos

 

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